viernes, 7 de agosto de 2015

Valentina me regala una nueva foto de su mama: la Cherry y comparte estas palabras en su face...


Conocen el color de tus ojos,
habrá quien se atreva a decir que te ha visto llorar
como quien cuenta que ha visto una nube
con forma de dragón o un accidente
en la carretera camino al trabajo.
Saben con certeza de qué color es tu voz
y me consuela:
de ti solo podrán tener tu aire que ya no existe,
que ya es eco, un recuerdo
que viene y va como el verano.
Te ven bailar entre dientes llenos
de colores.
Aquel sabe de sobra como continuar tu trazo,
aquella no desconoce el puñal afilado de tu garganta,
aquellos aplauden tu presencia como el que celebra
una fiesta que aun no ha comenzado.
Ignorantes, aves sin alas, pequeños
trozos de palabras que buscan rima en la arena
de una playa abarrotada.
Yo sigo aquí después de tu risa,
encuentro tu razón cuando tu pierdes todo lo demás
y amo todo lo que está de menos.
Yo abro las ventanas cuando lloras y procuro que atardezca
sólo para volver a tus lágrimas fuego,
-recuérdalo: es el paisaje el que te mira a ti-.
Yo llevo en la boca tu quietud
y sé sonreir sin peso en los hombros,
porque la música no es más
que tu voz llevando el tempo.
Yo te he visto caer en el suelo derrotada como una flor marchita a punto
de ver partirse el cielo
en dos mitades siempre distintas.
Yo te he escuchado preguntándote por qué la vida
es a veces todo lo contrario a su nombre,
tus manos murmurando algo de un alto al fuego,
tus pies hiriendo los relojes para que no pasen las horas
que te mantienen lejos de tus árboles.
Yo, en un abrazo infinito de suerte,
te he visto quedarte después de las pesadillas.
Yo he dormido contigo entre bastidores,
he limpiado tus ojos negros, tus labios rojos,
te he quitado la piel que te envuelve las noches
y he lamido tu piel sin perfumar.
Ellos solo te aprenden.

Yo te sé virgen y en bruto.