El derecho de matar... se llamaba el libro. Un libro prohibido que quise tener...
Algunos llegaron a decir que el habia tenido algo que ver con la muerte de su primera esposa a la que le regalo el diamante Cruz del Sur y un monolito en forma de Ala (ella estaba aprendiendo a volar)...
Le tiro ácido en la cara a su segunda esposa... cuando estaban por divorciarse. Y se suicido después.
En su ultima carta a Rosa Clotilde, le decía así: “Coty: Cada día que pasa continuamos arrancándonos un pedazo de carne. Es increíble confirmar que seres que se han amado como nosotros, puedan llegar a odiarse tanto”.
Ella fue la autora del Primer Estatuto del Docente argentino, he hija de un político radical cordobés Amadeo Sabatini...
Y solo a metros de donde reposaba el cuerpo de Evita en Italia: trato de recuperar su rostro mediante mas de una cirugía estética (acompañada de uno de sus hijo, escritor también, que finalmente se suicido en la máxima de las pobrezas, hace unos pocos años tirándose de un edificio)...
(Rosa Clotilde Sabattini (1918-1978) Cuyo primer noviecito vivía al frente de la casa de mi suegra...
-Si se hubiera casado con el, en vez de con el millonario viudo: no le hubiera ocurrido lo que le ocurrió sentenciaba mi suegra)...
Para pensar en lo que dice.
Su hijo (que intentaba recuperar el rostro de su mama) se suicido después e escribir otro libro que se llama El desierto y su semilla...
es en la sangre donde se encuentra la memoria de lo que somos...
NO PUBLIQUES ESTE LIBRO
No publiques este libro– me aconsejaron.
No publiques este libro- amenazaron.
No publiques este libro- gimieron los que aún me aman.
-¡Con tu idea de hacer pan de los muertos!...
Me anticipo a los siglos. ¿Dónde enterrarán los muertos cuando al mundo lo habiten dentro de miles de años, miles de millones?
Precisarán el lugar que ocupen en la tierra. ¿Cremarlos? ¿Hacer humo de esas riquezas mientras la humanidad sufra hambre, frío, sueño?
Hay que hacer pan de los muertos…
La maldición divina se cumplirá inexorablemente; pese a las guerras, pese a las pestes, pese a los abortos, pese a Ogino. Ciento cincuenta mil seres nacen cada día; se aumenta en progresión geométrica, en escala astronómica.
“Creced y multiplicaos” fue el mandato más terrible que recibieron Adán y Eva. Multiplicarse. Sumar, siempre sumar acosados por el sexo y por el intestino. Fornicar y de inmediato recomenzar la búsqueda de alimentos. Ayer enfrentando a la fiera, hoy al capataz de fábrica, o policía. El problema del hambre que la humanidad tuviera en sus comienzos, regresará a golpearlo en las entrañas y el hombre volverá a ser alimento del hombre. ¿Controlar la natalidad? ¿Negar el mandato de Dios? ¿Hacer de la vida un festín?
Comenzaremos por llevarlos al laboratorio, transformarlos, ordenarlos en sus compuestos y hacer pan, hostias, para que el mundo comulgue y se purifique en su propia carne y sangre; subdividirlos, deshidratarlos, clasificar sus huesos, sus órganos, sus tejidos, sus hormonas, acondicionarlos en inmensos frigoríficos como reses, o en probetas para usarlos en la medida de las necesidades de los hombres. Usarlos para reparar las retinas cansadas de llorar, los hígados tumefactos por el alcohol estatal, los pulmones cancerosos, los ovarios cansados.
Modificarles las circunvoluciones del cerebro, extirparles las de la rebelión, amansarlos, para que no sientan ansias de matar cuando la hembra les traicione, el amigo les robe y el político les engañe.
Amansarte, domesticarte para la mujer que te elija. Para la fábrica que te esclavice. Para el general que te mande a matar sin odio, sin más razón que su deseo de constelar su relleno tórax de medallas.
Transformarlos en abono, en alimento, en aceites industriales, para beneficio de los trust y el progreso de la Nación. Disponer por clases sus glándulas, sus espermatozoides, embotellar su sangre, que aún puede ser origen de vida. El laboratorio hará inmortal al hombre. Negará el mandato divino de “Volver a la tierra” y la manzana bíblica justificará, cientos de siglos después, la eterna audacia de Eva y la sabiduría de la serpiente.
No publiques este libro…
Querrás acusar y no tendrás pruebas. Los jueces están obligados a condenarte. Juraron defender la ley, y la ley no te permite decir más verdad que la que ésta afirma que es verdad. Su verdad debe ser tu verdad. Si niegas su verdad, niegas la ley. La ley es la conveniencia del grupo más fuerte; discutirla o negarla es delito, rebelión, cárcel, hambre, muerte.
Te marcarán con rojo y no tendrás derecho de sal ni de fuego.
No publiques este libro…
Te tildarán de inmoral. La moral es la regla de lo que se debe o no decir y hacer, adaptada a las épocas, circunstancias y la voluntad de los más fuertes. ¿Vas a recordar que en ciertos períodos de la humanidad, moral era que la hermana fuera también esposa? ¿Vas a refregarles el complejo de Edipo?
Te tildarán de rebelde, de comunista. Dirán que pretendes un mundo distinto a su mundo. Un mundo más justo, más cerca de la bondad del Cristo. Un mundo en el que el hombre no te pondrá freno, ni montará sobre el hombre.
Y si te expresas dentro del código, si tu clamor de justicia tiene sonoridades del Gólgota, si se avergonzaran de azotarte, te clasificarán entre los sin razón, los locos y borrachos.
Los hombres necesitan de sus mentiras, de sus principios, de su historia –no como fue- sino como quisieran y soñaran que fuera.
¿Vas a negar las vírgenes, los santos y hasta los dioses? ¿Vas a negar el amor, la amistad, la madre? ¿Vas a desnudar la verdad y exhibir las almas mugrientas y andrajosas? ¿A negarles la careta y el carnaval? ¿Qué les dejas para que puedan vivir sin llorar por lo que ya son?
No publiques este libro…
No los exhibas tal cual los imaginas; fieras de sombrero y corbata, perras de tacos altos con rouge en los hocicos.
¿No tienes bastante por haber orado inútilmente por los niños paralíticos y los viejos cancerosos y podridos? ¿Qué culpa tienen de que hayas sido traicionado y vendido por el hermano y amigo? ¿Qué culpa para mancharlos con tus escupitajos de resentido y fracasado?
No publiques este libro…
Deja a los jóvenes con sus esperanzas, con sus gusanos de hoy, que algún día, mañana, serán mariposas. No les robes la luna.
No publiques este libro…
Con él se irá tu compañera.
-y se irá mi compañera.
Y tus hijos-
-y se irán los hijos.
Te echarán del rebaño,
-me alejaré del rebaño.
Te salivarán el rostro, te venderán, te obligarán a aullar como lobo.
-y aullaré como lobo.
Habrá frío,
-y tendré frío.
Se hará de noche,
-no existirá más la luz.
Sentirás sed,
-sentiré sed, de amor y de vida.
Tendrás miedo,
-tendré miedo.
Estarás solo,
-estaremos solos.
Dios y yo, yo y Dios.
Raúl Barón Biza
Me anticipo a los siglos. ¿Dónde enterrarán los muertos cuando al mundo lo habiten dentro de miles de años, miles de millones?
Precisarán el lugar que ocupen en la tierra. ¿Cremarlos? ¿Hacer humo de esas riquezas mientras la humanidad sufra hambre, frío, sueño?
Hay que hacer pan de los muertos…
La maldición divina se cumplirá inexorablemente; pese a las guerras, pese a las pestes, pese a los abortos, pese a Ogino. Ciento cincuenta mil seres nacen cada día; se aumenta en progresión geométrica, en escala astronómica.
“Creced y multiplicaos” fue el mandato más terrible que recibieron Adán y Eva. Multiplicarse. Sumar, siempre sumar acosados por el sexo y por el intestino. Fornicar y de inmediato recomenzar la búsqueda de alimentos. Ayer enfrentando a la fiera, hoy al capataz de fábrica, o policía. El problema del hambre que la humanidad tuviera en sus comienzos, regresará a golpearlo en las entrañas y el hombre volverá a ser alimento del hombre. ¿Controlar la natalidad? ¿Negar el mandato de Dios? ¿Hacer de la vida un festín?
Comenzaremos por llevarlos al laboratorio, transformarlos, ordenarlos en sus compuestos y hacer pan, hostias, para que el mundo comulgue y se purifique en su propia carne y sangre; subdividirlos, deshidratarlos, clasificar sus huesos, sus órganos, sus tejidos, sus hormonas, acondicionarlos en inmensos frigoríficos como reses, o en probetas para usarlos en la medida de las necesidades de los hombres. Usarlos para reparar las retinas cansadas de llorar, los hígados tumefactos por el alcohol estatal, los pulmones cancerosos, los ovarios cansados.
Modificarles las circunvoluciones del cerebro, extirparles las de la rebelión, amansarlos, para que no sientan ansias de matar cuando la hembra les traicione, el amigo les robe y el político les engañe.
Amansarte, domesticarte para la mujer que te elija. Para la fábrica que te esclavice. Para el general que te mande a matar sin odio, sin más razón que su deseo de constelar su relleno tórax de medallas.
Transformarlos en abono, en alimento, en aceites industriales, para beneficio de los trust y el progreso de la Nación. Disponer por clases sus glándulas, sus espermatozoides, embotellar su sangre, que aún puede ser origen de vida. El laboratorio hará inmortal al hombre. Negará el mandato divino de “Volver a la tierra” y la manzana bíblica justificará, cientos de siglos después, la eterna audacia de Eva y la sabiduría de la serpiente.
No publiques este libro…
Querrás acusar y no tendrás pruebas. Los jueces están obligados a condenarte. Juraron defender la ley, y la ley no te permite decir más verdad que la que ésta afirma que es verdad. Su verdad debe ser tu verdad. Si niegas su verdad, niegas la ley. La ley es la conveniencia del grupo más fuerte; discutirla o negarla es delito, rebelión, cárcel, hambre, muerte.
Te marcarán con rojo y no tendrás derecho de sal ni de fuego.
No publiques este libro…
Te tildarán de inmoral. La moral es la regla de lo que se debe o no decir y hacer, adaptada a las épocas, circunstancias y la voluntad de los más fuertes. ¿Vas a recordar que en ciertos períodos de la humanidad, moral era que la hermana fuera también esposa? ¿Vas a refregarles el complejo de Edipo?
Te tildarán de rebelde, de comunista. Dirán que pretendes un mundo distinto a su mundo. Un mundo más justo, más cerca de la bondad del Cristo. Un mundo en el que el hombre no te pondrá freno, ni montará sobre el hombre.
Y si te expresas dentro del código, si tu clamor de justicia tiene sonoridades del Gólgota, si se avergonzaran de azotarte, te clasificarán entre los sin razón, los locos y borrachos.
Los hombres necesitan de sus mentiras, de sus principios, de su historia –no como fue- sino como quisieran y soñaran que fuera.
¿Vas a negar las vírgenes, los santos y hasta los dioses? ¿Vas a negar el amor, la amistad, la madre? ¿Vas a desnudar la verdad y exhibir las almas mugrientas y andrajosas? ¿A negarles la careta y el carnaval? ¿Qué les dejas para que puedan vivir sin llorar por lo que ya son?
No publiques este libro…
No los exhibas tal cual los imaginas; fieras de sombrero y corbata, perras de tacos altos con rouge en los hocicos.
¿No tienes bastante por haber orado inútilmente por los niños paralíticos y los viejos cancerosos y podridos? ¿Qué culpa tienen de que hayas sido traicionado y vendido por el hermano y amigo? ¿Qué culpa para mancharlos con tus escupitajos de resentido y fracasado?
No publiques este libro…
Deja a los jóvenes con sus esperanzas, con sus gusanos de hoy, que algún día, mañana, serán mariposas. No les robes la luna.
No publiques este libro…
Con él se irá tu compañera.
-y se irá mi compañera.
Y tus hijos-
-y se irán los hijos.
Te echarán del rebaño,
-me alejaré del rebaño.
Te salivarán el rostro, te venderán, te obligarán a aullar como lobo.
-y aullaré como lobo.
Habrá frío,
-y tendré frío.
Se hará de noche,
-no existirá más la luz.
Sentirás sed,
-sentiré sed, de amor y de vida.
Tendrás miedo,
-tendré miedo.
Estarás solo,
-estaremos solos.
Dios y yo, yo y Dios.
Raúl Barón Biza
Charlton Heston y las películas que veíamos con la Nelly en el Cine Teatro Catamarca
El hombre ¿el lobo del Hombre?
¿feroz?
La idea del Baron Bisa llevada al cine:
El planeta se autorregula: habrá ¿una nueva edad de hielo que no vemos aun?