¿serian parientes? Me pregunto.
Y que murió prisionero en Nairobi, Kenya.
Jueves
5 de marzo de 1942
La
Vanguardia española pag.2
DESDE
ROMA La muerte del Virrey
Roma,
4, 10 noche. — Italia está de luto porque un Saboya ha muerto en" el
cautiverio” El duque de Aosta, don Amadeo, falleció el -3 de marzo a causa de
rápida y violenta enfermedad en Nairobi, capital del Kenya.. La noticia fue
difundida por diversas emisoras, pero no ha tenido estado oficial en Italia
hasta el mediodía de hoy.
Bien
"merece el titulo de «Africano» este joven príncipe y heroico que adquirió
la pasión por el misterio de África cuando acompañaba a su tío el duque de los
Abruzzos en la expedición científica al Nebí Ascebeli, y que en el Congo belga
probó sus dotes de explorador.
Lo
mismo en el riesgo de la selva- virgen que en el desprecio del peligro en la guerra,
don Amadeo de Saboya, duque de Aosta, demostró la aptitud física que exigen
las armas y el valor moral y la inteli-gencia que debe reunir todo buen Jefe.
Nacido en. Turín el 21 de octubre de 1892, a los" catorce años ingresó en
la Academia Military a los diez y siete -se presentó voluntario para hacer la
guerra como soldado raso de artillería. En el Carso y en el [sonzo, en Val de
Astlco. en Cangioi* en Monte Seibusi y en Ittorio Véneto prodigó su audacia en
acciones importantes y acredito, sus condiciones para el mando en
circunstancias difíciles. Por su participación en aquellos combates fue
premiado con la Medalla de plata y fue ascendido a capitán por méritos de
guerra..
En
1927. destinado a las guarniciones de Libia, Con el grado de teniente coronel,
estuvo al frente de un destacamento en la Sirte.
Tomó
parte en 3a reconquista de las zonas meridionales, en las que consiguió la
magnífica victoria cte Tir Tegrif. Mas tarde. Intervino como oficial de
aviación en la ocupación del oasis de Cufra obteniendo la Medalla de Plata al
valor aeronáutico. Eran los días en que la fama popular del entonces duque, de
Puglia le otorgó el calificativa de «príncipe savariano», por el que era más
comúnmente conocido entre las filas de los soldados italianos de África.
Su
amor al África mediterránea, en que soñó la grandeza de una Italia colonial
pujante, y a las remotas regiones a las que le llevó su espíritu emprendedor,
no le apartó de la iniciativa de otros horizontes, y de concluir en otras
actividades la preparación necesaria en todos los aspectos de la guerra
morlona. . Vislumbró el príncipe de Saboya el porvenir de la Aviación italiana,
y no regateó su esfuerzo personal para contribuir a la nueva obra Recibió el
título de piloto de manos del Duce, después de haber seguido- un curso de vuelo
bajo la dirección de Arturo Ferrari.
En
1936 le fue concedida otra Medalla de plata por haber salvado a un piloto que
cayó a tierra rodeado por las llamas de su avión. 3f el 20 de noviembre de
1937. el Rey Emperador, a propuesta de Mussolini. le nombraba Virrey de
Etiopia.
El
duque de Aosta, desde el comienzo del actual conflicto, mandó los ejércitos del
África oriental italiana, a los que dio el ejemplo de sacrificio sin límites y
a los que supo infundir con su conducta aquella camaradería y fidelidad que
florecen en torno a los generales que viven cerca de sus tropas, en contado con
las penalidades y fatigas del soldado. La batalla de Etiopía no puede pasar a
la Historia como el índice dé un retroceso sino como el desgaste fatal de un
baluarte opuesto al apogeo británico en África.
La
batalla colonial de Abisinia, de la que el duque de Aosta es el símbolo más
luminoso, debilitó los efectivos bélicos de la -Gran Bretaña e impidió el
reajuste rápido del poder ofensivo, de Inglaterra en el Océano Indico,
precisamente en la etapa en que una acción de conjunto del ene-migo hubiera
amenazado grandemente el dispositivo militar, en la cuenca del Medi-terráneo.
El
duque de Aosta fue el último en abandonar Amba Alagi. Donde dio gloria inmortal
a la bandera tricolor de Saboya. Al nombre augusto del gran italiano que acaba
de morir en Nairobi se une el recuerdo de aquella resistencia de Keren. que
asombró hasta a sus mismos enemigos, que hubieron de rendir honor a su altivo
gesto.
El
príncipe don Amadeo de Saboya. ha caído en su puesto porque no quiso nunca
dejar a los suyos, aunque se le ofrecieron posibilidades para reintegrarse a la
patria. Con su vida y con su muerte el duque de Aosta ha dado un laurel más a
la Italia milenaria y latina cuyas estirpes contemplan, en la figura excelsa
que hoy yace en la tierra africana, el modelo perfecto en el que se funden
armoniosamente el estilo aristocrático de los mejores y el dinamismo de la
raza. —
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