Querida Analia: qué bueno que te gustan los relatos familiares porque tengo unos muy buenos. En éste que te estoy enviando puedo ver que a través de los años el Ángel que puso a mi lado el Señor se portó a las maravillas, cumpliendo el mandato divino de cuidarme aunque yo no haya cumplido mi parte como correspondía. En aquel tiempo yo tenía 7 años. Entonces le hora de la siesta era sagrada, nadie podía hacer ruido. Lulo, tu padre, tendría unos 20 años y estaba con sus libros estudiando en el comedor que se ventilaba por una ventana de 1 metro y medio de base por un 1,70 m de altura. Yo me encontraba trepado en un muro de 2 m y medio de alto, con un jarro con agua en la mano y un racimo de uvas mato en la otra. De pronto algo falló y caí de cabeza con un grito estridente de miedo en la boca, pero cuando estaba a punto de reventarme en el suelo sentí que alguien ponía sus manos bajo mi nuca y entonces....pum, el golpe. Tu papá juraba que sabía que había saltado pero también sabía que sería imposible hacerlo de nuevo pues la ventana estaba colocada a la altura de la cintura. Piensa cuanto tiempo lleva darse vuelta, mirar al patio, saltar sin tomar impulso y sin tocar la ventana y zambullirse como arquero con las mano extendidas para amortiguar el golpe. Tu papi quedó tan nervioso que no pudo estudiar por más de una hora. Mi grito despertó a toda la familia poniendo fin a la siesta.
Querida prima, espero que estos relatos hagan que nos conozcamos mejor porque son como la esencia de lo que llevamos dentro. Hasta pronto y no olvides de saludar de mi parte a tu esposo, Pepe.- 21/05/2004
El único hermano varón (y el mayor de ocho hermanos en total) de mi papa Jose Acosta casandose en JUJUY con Maria Nicefora Wiaggio.
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