Y el se había leído todas las aventuras de Tarzan y en aquella casa grande de techos altos había colgado del techo una soga en la que se balanceaba y balanceaba mientras aullaba como los monos...
Tiempo después cuando eramos ya adolescentes nos compraba a los seis hijos cajones de bananas solo para comprobar que el no se equivocaba y que todos descendíamos de los simios como decía Darwin...
Ah! pobre del que negara la Teoría: ese no comería ni una sola banana... así que todos/as estábamos en un si de acuerdo con el y nos abalanzábamos sobre el cajón...
¿A quien no le gustan las bananas?
Mi tio Raul Ricabarra y la tia Angela(Cuca) Acosta de Ricabarra protagonistas de la historia que me contó mi papa.
Por aquellos días, mi tia Cuca estaba de novia con su futuro marido del cual tuvo tres hijos: Raul (mi padrino), Bocha papa de mi sobrino Leonardo y la Ñata Angelita (dentista) y mama de Monica Cuezzo.
Por aquellos días todo era presumirse y a mi papa se le ocurrió o sea oso (del verbo osar) garabatearle el cuaderno con el que con mucho amor su adorado novio (que durante toda la vida le sirvió todos los domingos el desayuno en la cama con una rosa cultivada por el en su jardín) le enseñaba estenografía... tal vez pensando que las consecuencias de su aventura iban a ser escasas y sin importancia...
Aquí mi papa ejerciendo su supremacía masculina ante tantas polleras (seis hermanas y su mama)... en la cúspide del tobogán.
¡La venganza fue cruel y no tardo en llegar...!
Tarzan de los monos nunca mas pudo entrenar: la soga fue cortada y retirada para siempre de su habitación.
Sin embargo el entrenamiento tuvo sus ventajas: le permitió salvarle la vida a su sobrino Pepito que si no moría en su caída desde el muro de casi tres metros en el que se había trepado al menos hubiera sufrido un tremendo golpe o quebradura...
Pero aquí no terminan las aventuras de Tarzan y Beau Geste...CONTINUARA.
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